Hasta hace poco pensaba que la memoria pertenecía a mi pasado. Después pensé que la memoria podía abarcar mi pasado y mi futuro, como si incluyera recuerdos y premoniciones.
Ahora creo que la memoria no pertenece al tiempo, ni me pertenece a mí. La memoria es algo que vivo y algo que me vive.
Realidad e imaginación, vivencias y deseos, todo se funde en una realidad imaginada y en una fantasía vivida, donde nada es totalmente cierto y nada es totalmente mentira.
“Y de pronto, en el alto
silencio de la noche,
un soñar mío empieza
al borde de tu cuerpo;
en él el tuyo siento.
Tú dormida, yo en vela,
hacíamos lo mismo.
No había que buscar:
tu sueño era mi sueño.”
Ya amarillea el viejo libro
que meció mis sueños
de poeta y de niño…
Ya amarillento está
el libro de mis amores,
ese que gozoso, un día,
en blanco satinado
iluminaba mi vida.
Ya llueve menudo
sobre la tierra reseca
de mi severa travesía.
II
Ya el otoño amarillea
seduciendo al silencio
en las solitarias calles.
Ya languidece el día
en cristalino atardecer…
Camino de los montes
viaja perezoso el sol
a punto de desaparecer.
III
Y ya siento tu alma
merodear las huellas
inacabadas de mi destino…
Al fin respiro tu piel,
y en un emocionado abrazo
se despiertan mis sentidos.
IV
Respiro profundo…
…
…
…
Y me lleno de ti…
Y te lleno de mí…
“No hay fragata como un libro
para llevarnos a tierras lejanas,
ni corceles como una página
de burbujeante poesía.
Esta travesía hasta el más pobre la puede hacer
sin la opresión de peaje;
cuán frugal es el carruaje
que lleva un alma Humana.
Emily Dickinson (USA, 1830 – 1886)
“Sin darnos cuenta,
leer nos enriquece la vida,
aviva la mente
e ilumina el alma”
Emilio Muñoz
(imagen propia)
Volver a ti…
Volver a respirar
tu inocencia,
tu alegría,
y el amor más puro
que en mí se arrulla.
Volver al éxtasis
de acelerar la existencia
como anónimos adolescentes,
con la ilusión que deja el amor
cuando se vive alocadamente,
llenos de pasión.
Buscarte en el pasado
si en el presente ya no te encuentro,
y adorar en los últimos y dorados
rayos de este eterno sol
tu gozosa presencia en mi vida.
Volver a ti, dichoso,
en el último crepúsculo;
incierto regreso
en el que mis manos
tomarán tu forma
y mis labios
dibujarán tu sonrisa.
El 25 de Abril de 2009 escribí el primer capítulo de esta serie que he ido creando de forma ininterrumpida a lo largo de los años, y publicando en varios de mis blogs, a día de hoy cerrados todos ellos, excepto este. No pretendía otra cosa que relatar a mi manera (con mis emociones y palabras) pasajes concretos de la obra “Romeo y Julieta” de Shakespeare, en la personal interpretación de Franco Zeffirelli, que añadió su genialidad a la del propio dramaturgo inglés. Dieciséis años después vuelvo a recrear una escena más, porque hay bellezas en la vida que jamás dejan de emocionarnos.
Pongo en los labios de Romeo y Julieta mi propia versión, mis palabras y mi ensoñadora imaginación para recrear una parte del Acto II. Escena II de la obra de Shakespeare. Tomo la idea original del dramaturgo, la hago mía y la transformo a mi gusto dándole un desarrollo diferenciado. ¡Por supuesto, sin alcanzar al genio! Ni siquiera lo pretendo… Solo intentar disfrutar de lo que hago, como siempre.
“Su corazón es propicio para un hogar ―
Yo ―un gorrión― edifico ahí
dulces entrelazadas ramas,
mi perenne nido"
Poema 84
Emily Dickinson (USA, 1830 – 1886)
JULIETA Es casi de día. Dejaría que te fueses,
pero no más allá que el pajarillo
que, cual preso sujeto con cadenas,
la niña mimada deja saltar de su mano
para recobrarlo con hilo de seda,
amante celosa de su libertad.
ROMEO ¡Ojalá fuera yo el pajarillo!
JULIETA Ojalá lo fueras, mi amor,
pero te mataría de cariño.
¡Ah, buenas noches! Partir es tan dulce pena
que diré «buenas noches» hasta que amanezca.
Romeo y Julieta. Acto II. Escena II
William Shakespeare (Inglaterra, 1564 – 1616)
Del film "Romeo & Juliet". Franco Zeffirelli
Ya se habían despedido una primera vez, y los dos se daban la espalda; Romeo para salir del jardín de Julieta, y la joven para dejar el balcón en dirección a sus aposentos, pero repentinamente Julieta se gira para urgir con premura a Romeo…
― Espera, Romeo, no abandones aún el jardín…
El joven se detiene, se gira y espera a que prosiga Julieta…
Pero Julieta parece haber sido raptada por un suspiro. Al fin se adelanta él.
― Esperando estoy a que tu dulce voz acaricie mis oídos, mi adorada Julieta.
Julieta sale lentamente de su ensimismamiento.
― Perdonad este lapsus que he sufrido, pero es tal el sofoco que ha surgido de mi pecho al ver de nuevo tu rostro que me faltaba el aire para poder hablarte…
Julieta vuele a quedar en silencio, nuevamente abstraída. Pasados unos segundos, con la mayor de las dulzuras, Romeo intenta despertar a la joven de su ensoñación.
― ¿Y bien, mi amor?
― Oh, perdóname nuevamente. Es tal tu belleza, tal el amor que irradian tus ojos, que siento que todo mi ser queda paralizado y atrapado por tu encanto.
Prosigue Julieta…
― Y debo confesaros que no sabía qué deciros, pues solo pretendía detenerte para tener tan dichosa presencia conmigo unos instantes más.
Tras un momento de silencio, como si necesitara superar cierta timidez, sincera su profundo amor y su inocencia.
― Me resulta doloroso no encontrar la forma de convertir en eterno este instante…
En Romeo se enciende una llama que difícilmente puede contener…
― Si pudieras comprender el fuego que has prendido en mi corazón, sabrías lo difícil que es para mí apartar la mirada y alejarme de este santo lugar.
― ¿Qué puedo decir, Romeo?
― No digas nada, y así yo esperaré sin pausa a que tus labios hablen. Y tú, al ver mi constante presencia seguirás sofocada y sin poder pronunciar palabra alguna. Sin darnos cuenta haremos eterno este instante. Y nuestro amor se convertirá en inmortal, consiguiendo que el tiempo guarde nuestro maravilloso y secreto tesoro.
Julieta, después de unos momentos de extrema excitación rompe su silencio para exclamar agitada…
― ¡Oh, Romeo, Romeo…! ¡Subid y sellemos nuestro amor con un beso y un abrazo que alimente nuestra pasión hasta que mañana podamos nuevamente encontrarnos!
Literalmente fundidos parecería que nada pudiera reconstruir la individualidad de los dos seres que se abrazan. Pero nuevamente se oyó la voz de su aya reclamar la presencia de Julieta. Romeo deshace tan dichoso momento…
― Adiós, mi amor, temo que sea la noche la que se me haga eterna esperando el momento de volver a estar en tu presencia. Esperaré ansioso la llegada del alba para celebrar junto al sol la dicha de maravillarme nuevamente contigo.
― ¡Ay, Romeo!, ¿cómo puede haber pasado? ¿Qué hay en nosotros para habernos visto tan apasionadamente enamorados? ¿Qué fuerza es esta que nos arrastra y que ni siquiera podemos dignarnos comprender? ¿Y este fuego que devora mis entrañas y agota mi respiración…? Tantas son las preguntas y tan pocas las respuestas…
Se detiene un momento para tomar el aire que le falta…
― Aunque, tal vez, si pudiéramos comprenderlo todo, el amor se desvanecería como ocurre con la bruma matinal al ser caldeada por los primeros rayos del sol. Mejor será dejarse llevar sin comprender… solo vivir, ser parte de este milagro y vivirlo como lo que es: una inesperada bendición.
― ¡Adiós, mi amado!
― ¡Hasta mañana, mi amada!
Al fin sus cuerpos comienzan a desprenderse, no sin dejar deslizar sus brazos y manos con emocionada ternura, hasta que se separan en la punta de los dedos.
Vivir una experiencia así es una más de las muchas bellezas que intuyo que olvidaré al dejar esta vida, como vengo a expresar en mi poema “Un luminoso despertar” publicado en mi blog “Pensar y sentir”, y del que creo que en algún momento debería extenderme para que fuera más fácilmente comprensible. Como allí digo, cuando no lo recuerde, nada sentiré. Pero ahora me entristece pensar que quedará olvidado, como tantas otras bellezas vividas.
“…en su dibujo bellísimo,
en su sola verdad de cuerpo advenido;
oh dulce realidad que yo aprieto, con mi mano, que por
una manifestada suavidad se desliza”
Vicente Aleixandre (España, 1898 – 1984)
Tomo su amable gesto
con la humildad y sutileza
que antaño las damas
dejaban caer el pañuelo
para que un probo varón
tuviera la ocasión
de demostrar su cortesía
y estima al recogerlo.
Y así, bien dispuesto,
imagino disponerme
a tomar y agitar
tan íntima prenda,
cautiva del aroma
que agradable emana
de vuestro cuerpo,
para depositarla
con sana admiración
en vuestra grácil mano.
Y aprovecho
tan propicia oportunidad
para recoger vuestros dedos
en las yemas de los míos
y con una solemne inclinación
atreverme a dejar
en la delicadeza de vuestra mano
un casto y templado beso.
Las miradas
oportunamente se cruzan,
se hablan y se dicen
lo que ya apuntan los gestos…
Las miradas…
dulcemente abrazadas,
eternamente suspendidas
en ese concreto momento…
“Llevan una rosa en el pecho los enamorados y suelen besarse
entre un rumor de girasoles y hélices.
(…)
Estaré enamorado hasta la muerte y temblarán mis manos al
coger tus manos y temblará mi voz cuando te acerques
y te miraré a los ojos como si llorara”
De “Llevan una rosa en el pecho los enamorados y suelen besarse...”
Pere Gimferrer Torrens (España, 1945 - …)
Si a mí vienes,
llega siendo quien eres,
―no más, no menos…―
Transparentando tu amor,
totalmente desnuda
en cuerpo y alma,
con tu cuerpo de mujer
ansiando ser transitado
con mis manos
y besada por mis labios.
Si a ti voy,
llegaré libre de preocupaciones,
solo dejándome llevar
por el puro placer
de vivirte y amarte,
en tus extremos,
palpitando de pasión.
Si vienes a mí,
reposa en mi pecho
y anida en mi alma,
compartiendo el fuego y el agua,
volcán y manantial
que mana de nuestro interior.
Y siendo tu esencia
eterna primavera,
―siempre florida, siempre serena…―
seamos pura inocencia
y retoñemos como niños,
ilusionados y soñadores,
en cada gesto de amor.
“Contemplo las montañas de tu sueño,
busco en ellas tus ojos.
Y escruto, sin embargo, el corazón,
las junturas y médula, los sentimientos
y pensamientos del corazón….
(…)
Volver al corazón. Entonces ya la música
es azul, azul es la dulzura. Pedir”
Yo, tu amante…
Eterno compañero
de tu alma viajera,
te vuelvo a coronar
en este instante.
Vuelvo a hacer tuyo
mi amor,
mis ansias,
mi esperanza,
mi pasión…
Te devuelvo
ese amor que un día te quité
pero que nunca dejé de sentir.
Siempre fue tuyo…
Siempre de los dos…
Un profundo amor
que nunca será ayer…
Te devuelvo
lo que en justicia te pertenece,
sabedor de que te entrego
al mismo tiempo
mis debilidades,
mis carencias,
mis tristezas,
porque no podré
separarme de ellas
aunque así lo quisiera.
Más con mi amor
también hago tuyas
mi ternura,
mi inocencia,
mi ilusión…
“Tú eras también una pequeña hoja
que temblaba en mi pecho.
El viento de la vida allí te puso…”
En “Epitalamio”
Pablo Neruda (Chile, 1904 – 1973)
TIENES QUE SER FUERTE Hay amores
que tienes que
encerrarlos en una caja.
Esa caja tiene un candado.
Y quiero que te atrevas a abrirla.
Porque tú tienes la llave
Y el amor es demasiado bonito
como para esconderlo.
Manu Erena (España, 2005 - …)
La exquisita conjugación
entre el amor y el amar,
fruto de la armonía
entre el vivir y el ser
que nos llama
a entregarnos y a jugar
ingenuos e inocentes.
¡Qué sencilla filosofía…!
La única forma en que brota
el amor del amar.
Siento que en ti nazco
como un ramo de flores
de vivos colores
que se abraza a tu regazo…
Y me entrego con los suaves pétalos
de esta resplandeciente rosa
que en tu pelo prendo
desde este hoy…
hasta el único siempre
que nos mantendrá
eternamente unidos.
Vivirte es un sueño
del que no hay despertar posible.
¡Imposible recorrer otro camino
diferente al de amarte!
¡No más lágrimas!
¡No más añoranzas!
Quiero acelerar tu corazón dormido
y revolucionar tus más íntimos deseos.
Quiero volver a descubrir
la belleza que alumbran tus secretos
Y quiero construir el más hermoso jardín
en el soleado territorio de tus sueños.
Quiero dejarte sin habla,
sin más voluntad
que la de amarme,
sin mas fortuna
que la de vivirnos…
¡Despertar a la vida!
¡Despertar y sonreír!
¡No más lágrimas!
Amar…
Amar…
Amar y vivir…
Amarnos como nos amamos ayer.
Amarnos como nos amamos hoy.
Amarnos como siempre nos amaremos,
sin que exista algo que lo pueda impedir.
“…desciende imperceptible,
clara, ingrávida, pura
y las olas la cubren, la desnudan,
la vuelven a su aroma,
hácenla navegante por la savia
que de la tierra nace
y asciende temblorosa,
desborda la ternura de su tacto
en verde prisionero…”
De “A una flor inmersa”
Alí Chumacero (México, 1918 – 2010)
Dulce rosa,
que lozana y orgullosa
mostrabas al mundo
tu luminosa belleza…
Flor caprichosamente blanca,
cuya hermosura
resumías en el fiel reflejo
de tu resplandeciente piel…
Me pregunto
dónde quedó el brillo
de esos pétalos que,
en tu mirada,
hacían palidecer
al sol y la primavera.
Dime, dulce rosa,
¿quién humilló tus noches
y ensombreció tus días?
¿Quién marchitó
la sonrosada alegría
de tus mejillas?
¡Oh, mi querida rosa!
Yo, que furtivamente
siempre te he admirado,
y en secreto te amo,
cuánto añoro aquellos días
en los que era mudo testigo
de tus traviesas sonrisas.
¡Vuelve, blanca flor!
¡Recupera tu inocencia
y vuelve a sonreír al sol,
que yo llenaré tus días
de ternuras y amor!
¿Qué hacemos, amor
siguiendo esta línea tan estrecha
marcada en el suelo,
que tanto nos impide respirar,
cuando tenemos todo un mundo
para vivirnos y amarnos
en total libertad?
El encanto de nuestra inocencia
solo nos pertenece a nosotros dos,
¡a nadie más!
Por amarnos tanto…
Por amarnos
como dos ingenuos adolescentes.
Real o imaginario,
nada de eso importa ya.
Es nuestra liberadora renuncia
a fingir aquello que no somos.
Y es nuestro propósito
A reclamar lo real.
Real e imaginado
―pensado y soñado―
es lo que nos hace volar.
Nadie más podrá decir…
Nadie más nos podrá robar
la sinceridad,
el amor
la lealtad…
Solos tú y yo,
un alma y dos corazones…
Solos tú y yo,
Y el amor….
Y la ilusión…
Y el coraje…
Y todo lo que tenemos aún por crear…
Y toda la vida que nos reclama
ser compartida…
Y es por aquello
de encontrar mi apego
en tu apego,
mi ser
en tu ser,
mi esencia
en tus sueños,
mi eterno pasado
en tu inabarcable futuro,
mi humana alegría
en tu divina presencia…
Entre tus brazos
entre mis brazos
entre las blandas sábanas
entre la noche
tiernos
solos
feroces
entre la sombra
entre las horas
entre
un antes y un después.
“La voz, la blanca voz que me llamaba…
(…)
Ella se esfuerza por romper las ondas,
por dejar su cristal en mis oídos.
Y yo apenas la escucho
como un leve suspiro.
Más que la voz percibo ya el armónico.
Ya más que timbre es vacilante espíritu.
Me ronda, helado, mudo,
el silencio infinito”
“…asustada y herida, dando saltos y huyendo,
me refugié en el hueco de unos brazos.
Buscaba una palabra, una pregunta tierna que cubriera
aquella desnudez que me asolaba”
María Elvira Lacaci (1928 – 1997). España
De “La voz”
Severn Joseph - Isabella or the Pot of Basil
La palabra,
atravesando mi garganta,
enredándose en lo profundo
de tu boca,
apenas deja que mi pecho
anide en tu corazón
y se entregue a los encantos
de tus labios y tus besos.
Quiero hablar,
acaso gritar,
que te amo.
Y es mi deseo
reclamar tu amor
aún sin ser consciente
de merecer tal premio.
Más no renunciaré
a lo que en justicia
creo merecer,
no por ser dueño
de tu sagrada voluntad,
sino por ser el destinatario
de tu sincero querer.
La palabra,
misteriosa conmoción…
En tu voz,
fascinante incitación…
Más que en las palabras,
es en los gestos
donde se reconoce
el alma del poeta
o del humilde mortal,
siempre escondidos
detrás de sus letras
y en el secreto
de su mirar.
Y fruto de ese saber,
yo también busco
detrás de las palabras,
y detrás de las muecas,
y detrás de las olas del mar
o en los vientos resecos
de la meseta.
Yo busco, y busco, y busco...
Y sin buscarte, te busco.
Y sin encontrarte, te encuentro…
En un rincón de la vida
que apenas se puede apreciar...
Es ahí donde busco
los etéreos rastros
de tus esencias.
Allá donde nadie mira…
Allá donde nadie más que yo
te encuentra.
Allá donde nuestras almas
desconsoladamente sollozan,
gimen y reclaman
por fin conquistar
nuestra viva presencia…
Solitaria flor…
Acariciada por la lluvia,
el viento y el sol,
disimulada entre
lágrimas
de amarillo color,
¿quién te ama a ti,
en medio de este silencio
que se me hace atronador?
No busques más respuestas,
ni mires a tu alrededor
en este mágico otoño
que despierta al verano
de su pesado sopor…
¡Soy yo!
…Y es mi amor.
“La caída es deliciosa: el cuerpo se ha hecho permeable;
[lo atraviesan flores, hojas aromáticas; riachuelos, algas,
espuma del mar, hilos de lluvia, cabellos de mujer, copos de nieve…”
De “Amor eterno”
“He abandonado mi cuerpo
Como un guante para dejar la mano libre
Si hay que estrechar la gozosa pulpa de una estrella
No me oyes más leve que las hojas
Porque me he librado de todas las ramas
Y ni el aire me encadena…”
Sentado en su butacón, el que había sido su mejor lugar de descanso en los últimos años, dejaba que su mente le trajera imágenes sueltas, apenas ordenadas, de sus dos grandes amores entre sus numerosos amores: sus libros y la mujer de su vida.
En su rostro, envejecido por el paso de los años y la dureza de la vida, podía atisbarse una tímida sonrisa que dulcificaba su semblante. De su mirada se desprendía tanta fragilidad como ternura… Nada oscuro podía observarse.
Como un niño indefenso, se aferraba a su libro de poemas favorito y a la fotografía de su gran amor, hace ya años desaparecida. Mantenía estos relicarios fuertemente apretados contra su regazo, como si temiera que al soltarlos fuera a desvanecerse y caer por un abismo.
Algo así debió ocurrir porque la intensidad de su abrazo aumentó y aumentó hasta que, llegado un momento, cerró sus ojos, su rostro se relajó, y sus brazos, ya sin vida, se dejaron caer.
No fue un abismo lo que se encontró, sino un camino que le pedía ser recorrido hasta que alcanzara una hermosa luz, que más que luz parecía ser una fuente de amor, la más bella jamás vista. Ya no era ni joven, ni viejo, solo era… Solo es… Avanzaba pero no podía ver sus pies, ni su cuerpo parecía estar con él. Pensó que le gustaría mirarse en un espejo para comprobar que quedaba de él, pero ya no era algo importante. Solo quería dejarse llevar…
El libro y la fotografía se desprendieron de su cuerpo y cayeron. Pero no lo hicieron al piso, sino al mar. A un mar infinito que se confundía con la luz, como si todo fuera uno, lo mismo. Un mar creador de vida donde todo mudaba a una reverdecida esencia, donde esa imagen de mujer iba adquiriendo forma y tomando nueva vida. Y así, del mar surgieron los cielos, las tierras, nuevos oasis, algunos hermosos desiertos…
Al fin, sin verse, se veían. Sin tocarse, se tocaban. Sin besarse, se besaban. Y como siempre había sido, se amaban y se amaban, por fin nuevamente reunidos.
“Ah, noches silenciosas, de oscuras lunas suaves,
noches largas, suntuosas, cruzadas de palomas,
en un aire hecho manos, amor, ternura dada,
noches como navíos...”
Mi alma canta,
y la noche le responde…
La noche, poco a poco,
me abraza
en un intento de convertirse
en una segunda piel
que atrape mis pensamientos.
Apenas ya se ve…
Y nada se escucha,
más allá del ruido
que hacen mis pies
al rozar la arena
del solitario camino.
Es entonces,
cuando esta soledad
que me acompaña,
siempre acogedora y amiga,
llama a mi ser esencial.
Me diluyo
en la oscuridad…
Mi alma
se abre y se asoma,
y comienza a hablar
para describir
todo lo que le enamora.
Y en un animado susurro,
canta a la noche su alegría
por haber encontrado,
un día más,
el camino que le lleva
a sí misma.
Una luz se desprende
mientras mi alma canta…
Y la noche le responde
“Has salido del sueño como del mar. Aún húmeda,
a los sueños sonríe tu boca, dulcemente.
Brilla el sol en la hierba, pero tú ves la plata
de la luna, que en el agua duerme”
Marià Manent (1898 - 1988)
De “Mañana”
Jean Antoine Watteau - Mujer desnuda...
Se acerca la luna…
Como un ángel
se asoma al tragaluz,
curiosa por descubrir
el misterio
de tu enigmática belleza
Tu, entretanto,
duermes ignorando
que su luz se empeña
en dibujar una sonrisa
sobre tu piel desnuda.
¡Hasta la dama de la noche
se aproxima a ti para rendir
un luminoso homenaje
a tu hermosura…!
Pero ahora soy yo
quien se aproxima
a tu regazo y te besa
para dejar, furtivo, mi locura de amor
sobre el silencio
de tus labios.
Sé bien
que eternamente quedará
en ti dibujado este secreto
que celosamente guardaremos
la luna…
tus labios…
y yo…
Mas tú nunca sabrás la razón
del mágico encantamiento
que se apoderará de tí cada vez que sellemos
nuestro apasionado amor
con un sencillo y sentido beso.