El 25 de Abril de 2009 escribí el primer capítulo de esta serie que he ido creando de forma ininterrumpida a lo largo de los años, y publicando en varios de mis blogs, a día de hoy cerrados todos ellos, excepto este. No pretendía otra cosa que relatar a mi manera (con mis emociones y palabras) pasajes concretos de la obra “Romeo y Julieta” de Shakespeare, en la personal interpretación de Franco Zeffirelli, que añadió su genialidad a la del propio dramaturgo inglés. Dieciséis años después vuelvo a recrear una escena más, porque hay bellezas en la vida que jamás dejan de emocionarnos.
Pongo en los labios de Romeo y Julieta mi propia versión, mis palabras y mi ensoñadora imaginación para recrear una parte del Acto II. Escena II de la obra de Shakespeare. Tomo la idea original del dramaturgo, la hago mía y la transformo a mi gusto dándole un desarrollo diferenciado. ¡Por supuesto, sin alcanzar al genio! Ni siquiera lo pretendo… Solo intentar disfrutar de lo que hago, como siempre.
“Su corazón es propicio para un hogar ―
Yo ―un gorrión― edifico ahí
dulces entrelazadas ramas,
mi perenne nido"
Poema 84
Emily Dickinson (USA, 1830 – 1886)
JULIETA
Es casi de día. Dejaría que te fueses,
pero no más allá que el pajarillo
que, cual preso sujeto con cadenas,
la niña mimada deja saltar de su mano
para recobrarlo con hilo de seda,
amante celosa de su libertad.
ROMEO
¡Ojalá fuera yo el pajarillo!
JULIETA
Ojalá lo fueras, mi amor,
pero te mataría de cariño.
¡Ah, buenas noches! Partir es tan dulce pena
que diré «buenas noches» hasta que amanezca.
Romeo y Julieta. Acto II. Escena II
William Shakespeare (Inglaterra, 1564 – 1616)
Yo ―un gorrión― edifico ahí
dulces entrelazadas ramas,
mi perenne nido"
Poema 84
Emily Dickinson (USA, 1830 – 1886)
JULIETA
Es casi de día. Dejaría que te fueses,
pero no más allá que el pajarillo
que, cual preso sujeto con cadenas,
la niña mimada deja saltar de su mano
para recobrarlo con hilo de seda,
amante celosa de su libertad.
ROMEO
¡Ojalá fuera yo el pajarillo!
JULIETA
Ojalá lo fueras, mi amor,
pero te mataría de cariño.
¡Ah, buenas noches! Partir es tan dulce pena
que diré «buenas noches» hasta que amanezca.
Romeo y Julieta. Acto II. Escena II
William Shakespeare (Inglaterra, 1564 – 1616)
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Del film "Romeo & Juliet". Franco Zeffirelli |
― Espera, Romeo, no abandones aún el jardín…
El joven se detiene, se gira y espera a que prosiga Julieta…
Pero Julieta parece haber sido raptada por un suspiro. Al fin se adelanta él.
― Esperando estoy a que tu dulce voz acaricie mis oídos, mi adorada Julieta.
Julieta sale lentamente de su ensimismamiento.
― Perdonad este lapsus que he sufrido, pero es tal el sofoco que ha surgido de mi pecho al ver de nuevo tu rostro que me faltaba el aire para poder hablarte…
Julieta vuele a quedar en silencio, nuevamente abstraída. Pasados unos segundos, con la mayor de las dulzuras, Romeo intenta despertar a la joven de su ensoñación.
― ¿Y bien, mi amor?
― Oh, perdóname nuevamente. Es tal tu belleza, tal el amor que irradian tus ojos, que siento que todo mi ser queda paralizado y atrapado por tu encanto.
Julieta vuele a quedar en silencio, nuevamente abstraída. Pasados unos segundos, con la mayor de las dulzuras, Romeo intenta despertar a la joven de su ensoñación.
― ¿Y bien, mi amor?
― Oh, perdóname nuevamente. Es tal tu belleza, tal el amor que irradian tus ojos, que siento que todo mi ser queda paralizado y atrapado por tu encanto.
Prosigue Julieta…
― Y debo confesaros que no sabía qué deciros, pues solo pretendía detenerte para tener tan dichosa presencia conmigo unos instantes más.
Tras un momento de silencio, como si necesitara superar cierta timidez, sincera su profundo amor y su inocencia.
― Me resulta doloroso no encontrar la forma de convertir en eterno este instante…
En Romeo se enciende una llama que difícilmente puede contener…
― Si pudieras comprender el fuego que has prendido en mi corazón, sabrías lo difícil que es para mí apartar la mirada y alejarme de este santo lugar.
― ¿Qué puedo decir, Romeo?
― No digas nada, y así yo esperaré sin pausa a que tus labios hablen. Y tú, al ver mi constante presencia seguirás sofocada y sin poder pronunciar palabra alguna. Sin darnos cuenta haremos eterno este instante. Y nuestro amor se convertirá en inmortal, consiguiendo que el tiempo guarde nuestro maravilloso y secreto tesoro.
Julieta, después de unos momentos de extrema excitación rompe su silencio para exclamar agitada…
― ¡Oh, Romeo, Romeo…! ¡Subid y sellemos nuestro amor con un beso y un abrazo que alimente nuestra pasión hasta que mañana podamos nuevamente encontrarnos!
Literalmente fundidos parecería que nada pudiera reconstruir la individualidad de los dos seres que se abrazan. Pero nuevamente se oyó la voz de su aya reclamar la presencia de Julieta. Romeo deshace tan dichoso momento…
― Adiós, mi amor, temo que sea la noche la que se me haga eterna esperando el momento de volver a estar en tu presencia. Esperaré ansioso la llegada del alba para celebrar junto al sol la dicha de maravillarme nuevamente contigo.
― ¡Ay, Romeo!, ¿cómo puede haber pasado? ¿Qué hay en nosotros para habernos visto tan apasionadamente enamorados? ¿Qué fuerza es esta que nos arrastra y que ni siquiera podemos dignarnos comprender? ¿Y este fuego que devora mis entrañas y agota mi respiración…? Tantas son las preguntas y tan pocas las respuestas…
Se detiene un momento para tomar el aire que le falta…
― Aunque, tal vez, si pudiéramos comprenderlo todo, el amor se desvanecería como ocurre con la bruma matinal al ser caldeada por los primeros rayos del sol. Mejor será dejarse llevar sin comprender… solo vivir, ser parte de este milagro y vivirlo como lo que es: una inesperada bendición.
― ¡Adiós, mi amado!
― ¡Hasta mañana, mi amada!
Al fin sus cuerpos comienzan a desprenderse, no sin dejar deslizar sus brazos y manos con emocionada ternura, hasta que se separan en la punta de los dedos.
― Y debo confesaros que no sabía qué deciros, pues solo pretendía detenerte para tener tan dichosa presencia conmigo unos instantes más.
Tras un momento de silencio, como si necesitara superar cierta timidez, sincera su profundo amor y su inocencia.
― Me resulta doloroso no encontrar la forma de convertir en eterno este instante…
En Romeo se enciende una llama que difícilmente puede contener…
― Si pudieras comprender el fuego que has prendido en mi corazón, sabrías lo difícil que es para mí apartar la mirada y alejarme de este santo lugar.
― ¿Qué puedo decir, Romeo?
― No digas nada, y así yo esperaré sin pausa a que tus labios hablen. Y tú, al ver mi constante presencia seguirás sofocada y sin poder pronunciar palabra alguna. Sin darnos cuenta haremos eterno este instante. Y nuestro amor se convertirá en inmortal, consiguiendo que el tiempo guarde nuestro maravilloso y secreto tesoro.
Julieta, después de unos momentos de extrema excitación rompe su silencio para exclamar agitada…
― ¡Oh, Romeo, Romeo…! ¡Subid y sellemos nuestro amor con un beso y un abrazo que alimente nuestra pasión hasta que mañana podamos nuevamente encontrarnos!
Literalmente fundidos parecería que nada pudiera reconstruir la individualidad de los dos seres que se abrazan. Pero nuevamente se oyó la voz de su aya reclamar la presencia de Julieta. Romeo deshace tan dichoso momento…
― Adiós, mi amor, temo que sea la noche la que se me haga eterna esperando el momento de volver a estar en tu presencia. Esperaré ansioso la llegada del alba para celebrar junto al sol la dicha de maravillarme nuevamente contigo.
― ¡Ay, Romeo!, ¿cómo puede haber pasado? ¿Qué hay en nosotros para habernos visto tan apasionadamente enamorados? ¿Qué fuerza es esta que nos arrastra y que ni siquiera podemos dignarnos comprender? ¿Y este fuego que devora mis entrañas y agota mi respiración…? Tantas son las preguntas y tan pocas las respuestas…
Se detiene un momento para tomar el aire que le falta…
― Aunque, tal vez, si pudiéramos comprenderlo todo, el amor se desvanecería como ocurre con la bruma matinal al ser caldeada por los primeros rayos del sol. Mejor será dejarse llevar sin comprender… solo vivir, ser parte de este milagro y vivirlo como lo que es: una inesperada bendición.
― ¡Adiós, mi amado!
― ¡Hasta mañana, mi amada!
Al fin sus cuerpos comienzan a desprenderse, no sin dejar deslizar sus brazos y manos con emocionada ternura, hasta que se separan en la punta de los dedos.
Vivir una experiencia así es una más de las muchas bellezas que intuyo que olvidaré al dejar esta vida, como vengo a expresar en mi poema “Un luminoso despertar” publicado en mi blog “Pensar y sentir”, y del que creo que en algún momento debería extenderme para que fuera más fácilmente comprensible. Como allí digo, cuando no lo recuerde, nada sentiré. Pero ahora me entristece pensar que quedará olvidado, como tantas otras bellezas vividas.
Emilio Muñoz
Destellos en el mar...
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(por xosoundtrackloverxo)
Bello dialogo el amor es tan poderoso que nos cambia y nos hace osados. Lo mismo pasa con los libros y las historias en si. No importan la edad que no tenga cuando una historia te toca el corazón te sientes joven y feliz. Te mando un beso.
ResponderEliminarHermosa historia de amor, no hay edad para renacer el amor y la pasión.
ResponderEliminarMaravilloso
Besos Emilio querido